martes, julio 12, 2011

Niñatos mequetrefes

Unos chavales que no han empatado ni siquiera contra ellos mismos simulan graves lesiones sobre el legendario césped del Estadio Azteca. No han cumplido 17 años, pero ya ruedan sobre la hierba como si les hubiera partido un rayo. Están ganando un partido poco trascendente, la final de consolación (*) del Mundial Sub 17, y copian todas las patéticas triquiñuelas de los mayores, las mismas que tantas veces son aplaudidas, en tantos escenarios, en aras del triunfo sin importar los medios empleados. A esas triquiñuelas las llaman pillería e incluso dicen que los jugadores que las perpetran (y los hay en todos los equipos) son los "listos". Personalmente, veo más listos a Xavi, Iniesta o Messi, tres jugadores que reciben golpe tras golpe sin inmutarse apenas: están pensando en la siguiente jugada y no en el lamento, la queja o el teatro.

A la misma hora que esos niñatos sin pelo en pecho perpetran melonadas sobre el Azteca, otros aspirantes a deportistas disputan la final de los 100 metros lisos del Mundial juvenil en Lille. El espectáculo es esperpéntico. Salvo un par de corredores, el resto compite por ser el más idiota del mundo. Cada cual interpreta un rosario de sandeces ante la cámara, señalando el cielo, su pecho, haciendo muecas, garabatos infantiloides o cien gestos simplemente estúpidos. Uno se interroga si, además de controles antidoping, sería conveniente hacerles un test sobre su coeficiente intelectual.

Claro, toda esta panoplia de gestitos, sonrisitas y tonterías no las han aprendido en ninguna escuela, sino de sus mayores, de las estrellas que pueblan los estadios y que, en ocasiones, se distinguen más por esa parafernalia que por sus registros. Muchos amigos dicen que los deportistas no deben ser ejemplo para los críos porque para eso ya están los padres y las escuelas. Y estoy de acuerdo. El problema radica en que familias y educadores poseen hoy escasa ascendencia sobre sus hijos, más proclives a fijarse en referentes televisivos o mediáticos. En esos cantamañanas que deambulan por las pantallas sin nada que hacer ni decir, salvo insultarse a mansalva. O esos deportistas que se han convertido a sí mismos en personajes circenses. Ya imagino que diréis que Usain Bolt es la gran excepción porque es el más grande en las pistas y también el mayor payaso de todos. Es cierto y lo lamento. Su talento es gigantesco y, sin embargo, parte de su legado puede advertirse en esa pista de Lille, donde seis mozalbetes imitan lo peor del jamaicano.

De acuerdo: soy un romántico. Aún creo que los deportistas, por encima de todo, deben ser ejemplares porque el mundo necesita menos estrellas y más ejemplos. Semejantes niñatos del fútbol y el atletismo me reafirman en mis anticuadas ideas.


(*): La final de consolación enfrenta a los perdedores de las semifinales y dirime el 3º y 4º puesto. Lo aclaro para todos esos lectores que no han comprendido que no estoy hablando de la brillante selección mexicana que ha ganado el Mundial Sub-17.