Batista tiene un botón verde y un botón rojo. El verde es el de la creación propia y el rojo, el de la destrucción ajena. Para pulsar el verde empezó utilizando a Cambiasso y Banega, con el resultado de que nadie logró emplear el botón y tuvo que bajar Messi a intentar resolver el entuerto, sin éxito, por cierto. La afición le pedía que fueran Pastore y Biglia quienes pulsaran el botón, pero Batista optó por lo más inesperado: Fernando Gago, casi un exfutbolista, titular en un único partido de Liga en la última temporada e incorporado a la plantilla de la Copa América para pasmo y sorpresa de propios y extraños.
¿Gago? ¿Qué Gago? ¿El del Madrid? Las tres preguntas tenían su lógica. Contra ella, Batista le encomendó el botón verde y Gago volvió a ser el de Boca, aquél 5 que maravillaba por su lucidez y facilidad en el transporte del balón. Salió de Boca, llegó al Madrid en diciembre de 2006 y desapareció para el fútbol, engullido por razones que no vienen al caso. Gago, cuatro años y medio a la sombra, resurge de pronto como dueño del botón verde. Mérito de Batista, sea por visión o por casualidad, pero mérito suyo. Y del jugador, que parece no haber desfallecido tras este lustro en negro.
Por la misma época, diciembre de 2006, Leo Messi jugaba en la banda derecha del Barça que entrenaba Frank Rijkaard. Desde allí partía con su peculiar slalom para destrozar defensas ajenas, como en aquel gol ya mítico ante el Getafe que recordó milimétricamente al de Maradona frente a Inglaterra. Tras aquello llegaron malos tiempos para el Barça hasta que Guardiola refundó el equipo y reconvirtió a Messi: le apartó de la banda y le mandó a falsear el 9 para sublimar al equipo y el estilo. Frente a Costa Rica, rival modesto sin duda, Messi revivió en hora y media esos cuatro años: empezó en la banda, slalomeó con peligro, se fue centrando para asociarse en la circulación y acabó de falso 9 rompiendo el espinazo rival. Toda su vevolución como futbolista, resumida en 90 minutos. Su mejor aportación fue repartir caramelos. Agarró el zurrón de Iniesta y regaló asistencias al Kun e Higuaín. El Pipa, excelente delantero, fue mandando los caramelos a la alcantarilla uno tras otro, sin siquiera desenvolverlos. El Kun, en cambio, apretó el botón rojo sin piedad, demostrando la afrenta que supuso sus ausencias en los dos partidos iniciales.
Así que Gago pulsa el botón verde, Kun el rojo y Messi reparte caramelos. Un mundo feliz, si no fuese porque en medio de todo ello Batista dejó cierta sensación de padecer daltonismo.