“Jugamos como el Barça”. En mala hora pronunció esa frase el Checho Batista (29 de Junio de 2011). “Ganar al estilo de Argentina, que es muy parecido al que practica el Barcelona”, añadió. El seleccionador argentino no parece haber entendido nada del juego de posición. No basta con decir que quieres jugar como un equipo determinado. Para conseguirlo necesitas amalgamar cuatro factores de los que la selección argentina no dispone en abundancia: una idea de juego, mimbres acordes, trabajo intensivo y tiempo para madurar los frutos. La albiceleste duda sobre la idea; flaquea en los mimbres; escasea en trabajo (como toda selección) y, sencillamente, hace tiempo que agotó el tiempo. Complicado resolver semejante ecuación.
El Barça no es Messi: es un idioma futbolístico. Practica el juego de posición y lo envuelve de mil detalles y factores que se aprenden desde pequeños en La Masia. Al conjunto de todo ello es a lo que denominamos Idioma Barça. La selección argentina no cumple casi ninguno de los preceptos de este idioma: la anarquía es su norma; el desorden posicional, su actitud; y la ausencia de un sentido de juego, su dolencia. Los jugadores de Batista poseen movilidad nula, no ofrecen soluciones para el pase del compañero y parecen desconocer las exigencias del juego de posición y las ventajas de la asociación. Estos son algunos de sus graves defectos. Hay más, pero con estos basta para comprender porqué su propuesta de palabra es imposible en la realidad.
El juego del Barça tiene una esencia fundamental y varios principios inquebrantables. La esencia es que sus mejores defensas son los delanteros, protagonistas de la presión adelantada; y sus mejores creadores residen atrás, pues son los defensas. Entre los principios inquebrantables destaco los siguientes:
1.- Los dos centrales juegan muy abiertos y muy adelantados, lo que exige que uno de ellos sea “corrector” (Puyol, Abidal, Mascherano…)
2.- La salida de balón es básica y está encomendada a los centrales. Sólo en caso de sufrir presión muy potente, el responsable pasa a ser el mediocentro de posición
3.- Los dos laterales juegan de medio campo hacia arriba, con obligación de respetar una cierta asimetría: el de una banda está para romper (subiendo como un extremo) y el de la otra, para apoyar (como un volante extra)
4.- Sólo puede haber un mediocentro de posición (Busquets), el único “4” del equipo (en Argentina es el “5”). Se encarga de coberturas y ayudas
5.- Los dos volantes tienen por objetivo asociarse constantemente en cualquier zona del campo para generar superioridades (“hombre libre”)
6.- Messi no ejerce únicamente de “falso 9”, sino de pieza que complementa cualquier acción, sin importar la zona, pero siempre en campo rival. Él inicia, se asocia, combina y, en muchas ocasiones, también culmina. Antes conducía en persona el balón; ahora, se ha logrado que otros se lo transporten más a menudo para él
7.- Los delanteros cumplen dos misiones básicas y una colateral. Las básicas son abrir el campo en la dirección idónea según defienda el rival y presionar hasta la extenuación la salida de balón contrario (profundidad y amplitud). Colateralmente, también están para culminar las jugadas
Los anteriores son unos pocos principios fundamentales. Hay tantos que darían para escribir un libro. ¿Cumple con ellos la selección argentina? La respuesta genérica no es positiva. El debate periodístico y entre la afición se centra en los nombres: que si Pastore, que si Banega, que si el Kun, que si Di María. Pero el problema esencial no está en los nombres, que también, sino en la elección del idioma de juego. En la misma entrevista del diario Sport, le preguntaban a Batista si la clave reside en tener a compañeros que entiendan a Messi y el seleccionador respondió: “Sí, que hablen el mismo idioma, que es lo que me gusta a mi también”. Quizás sin intuirlo, Batista estaba explicando las raíces del problema: no hablan el mismo idioma de Messi y nadie parece darse cuenta (excepto Azkargorta y varios notables periodistas españoles y argentinos). No hablan el mismo idioma. Messi habla uno muy peculiar y sus compañeros, siendo excelentes futbolistas muchos de ellos, practican otra lengua futbolística. Por más gente que acumulen al lado de Messi, si desconocen su idioma no hay entendimiento posible.
No seré tan necio de proponer cuál es la solución a un mal que ya dura años y años. No hay una solución mágica. Sin duda se deben cambiar algunos futbolistas de los que jugaron ante Bolivia. Ese centro de la defensa, esos tres “5” apelotonados en medio del campo, esos extremos ineficaces… Por descontado, suena mil veces mejor Mascherano de central corrector, Cambiasso de único mediocentro, Pastore como socio de Messi o el Kun y Di María delante. Pero, insisto, no son los nombres: es el idioma de juego. Por idea, por mimbres, por ausencia de trabajo y por falta de tiempo, Argentina no puede jugar como el Barça. No se puede aprender en quince días un idioma que necesita años para su conocimiento. Debería abandonar esa quimera y centrarse en algo mucho más razonable: con los grandes futbolistas de que dispone, señor Batista, juegue a algo coherente con dichos mimbres.