Nostradamus pronosticó el fin del mundo varias veces, pero de momento no ha acertado en la fecha, por lo que sabemos. El fin de ciclo del Pep Team es otra profecía que, invariablemente, se incumple cada año, pese a los augures. Llegó Pep, desde el filial, dudando de si se comería los primeros turrones y resulta que lleva encadenados 9 títulos de 12 disputados. En su primer curso conquistó el inaudito triplete que dio paso a competir por otros tres, que también cayeron en el zurrón. Seis de seis. De los tres siguientes, ganó la Liga, lo que le abrió las puertas a conquistar su segunda Supercopa española consecutiva, y ya fueron 8 títulos de 10. Y anoche cerró su tercera Liga seguida, pocas semanas después de perder la Copa en la prórroga y después de acceder a Wembley. Nueve de 12, pues, y a la espera del décimo título en tres años. Como ciclo parece difícilmente mejorable.
Y su fin suena lejano por más que los rivales sean cada vez mejores y formidables, como el Real Madrid de este curso, un equipo colosal, pero que no ha podido mantener el pulso regular del Pep Team, ni en los dos enfrentamientos directos ni en los indirectos. Seis puntos de ventaja sobre escuadra tan fantástica no es moco de pavo. En este sentido, la competencia hace mejor al cuadro de Guardiola. Los rivales se refuerzan y fortalecen, prueban antídotos, atacan por flancos inesperados o por atajos discutibles y, sin embargo, el Barça se reinventa cada curso, ensaya evoluciones sorprendentes, perfecciona métodos y, manteniéndose fiel a los principios básicos, sublima sus movimientos.
Este curso contenía en su interior todos los venenos que podían acabar con el Pep Team: elecciones en Can Barça, con un nuevo presidente al que se auguraba una relación quebradiza con Guardiola; temporada post-Mundial, con el desmoronamiento físico que se preveía en todo el esqueleto titular; la marejada post-Ibrahimovic, con su reguero de polémica «filosófica» y de sangría económica; la demanda social contra la anterior junta directiva; la primera derrota liguera en el Camp Nou, con el campeonato apenas balbuceante; los escasos refuerzos; las largas lesiones de Xavi y Puyol…
Demasiado veneno como para salir indemne. Pero ahí está de nuevo el Barça, en lo más alto. Un equipo inmortal compuesto por poetas con botas, ladrones de cuero, canteranos bajitos y campeones del trabajo. Equipo de todos los tiempos dirigido por un sabio que se está quedando sin pelo: Pep Guardiola, ganador de las cuatro competiciones de la regularidad que ha disputado, incluyendo el título en su debut en Tercera División con el filial blaugrana. El hombre que soporta todo el andamiaje sobre sus leves espaldas. El técnico sin el que la idea y el sistema, el modelo y el estilo e, incluso, el inmenso talento de estos fabulosos jugadores, no alcanzaría su plenitud y excelencia. Dijo Pep un día: dentro de 25 años se hablará de este equipo como se habla de las grandes películas de culto, de 'Casablanca' o de 'Solo ante el peligro'. Así es. Y así será.