Por más kilómetros que recorras nunca podrás escapar de ti mismo. Así que da igual que sea Wembley, Saint Denis o el Olímpico de Roma ni que revoloteen las cenizas del volcán o las brasas de batallas ya pasadas. La final del sábado no admite escondites: el Barça se ha citado con el balón y el Manchester ha pedido hora para arrebatárselo. Cualquier variación a este guión tendría poco sentido, con lo que los papeles están repartidos y sólo queda interpretarlos con acierto. Salvo que Sir Alex decida esta mañana lanzar venablos por la boca, lo que no resulta previsible pero tampoco descartable, esta nueva final llegará entre aires balsámicos a Wembley y nadie deberá vestirse con ropas inusuales: el Barça podrá pelear por la posesión y el toque y deberá evitar las pérdidas en zona de riesgo; el Manchester podrá ejercer de pescador de caña y tejer una tela de araña en el centro del campo para intentar capturar al trío Xavi-Iniesta-Messi. Armas opuestas en cada bando, acordes a las características de las plantillas y al estilo de juego que priorizan ambos técnicos.
Es ocioso hacer pronósticos en una competición tan igualada que no ha permitido a ningún campeón revalidar su título y que sólo ha vivido una revancha en el pulso Liverpool-Milan de hace pocos años, con triunfo inglés en 2005 e italiano en 2007. Las leyes estadísticas nos dirían que en esta segunda final Barça-Manchester, lo lógico sería un triunfo inglés que compensara la victoria catalana de 2009, pero también sabemos que frente a antecedentes tan escasos de una final repetida no hay base para establecer tendencias. Los pronósticos, por tanto, los centraremos en el estilo de juego que imaginamos. El del Barça lo intuimos más centrado que nunca en sus fortalezas: conquista del balón para moverlo rápido en la alfombra de Londres y generar superioridad en los huecos que genere el desequilibrio. Tener el cuero para bambolear al rival al cadencioso ritmo del vals que marca Xavi antes de que Messi saque su daga voladora y sentencie en vertical. En el Manchester se vislumbra al gatopardo Ferguson tejiendo y tejiendo una armadura de pana y fieltro en la que envolver a los jilgueros blaugrana para retorcerles el pescuezo con el galope de Rooney y sus colegas de la caballería ligera.
Ya ha dicho Sir Alex que algo hará para detener la sinfonía de los violines de Guardiola y lo más probable es que su fórmula sea atacar a la Santísima Trinidad blaugrana con un trivote: Fletcher, Park y Carrick (más Giggs, claro está) para cortocircuitar a los tres magos del balón. Asunto peliagudo, pero no imposible. Se percibió a ratos en Roma y lo aplicó el Madrid a hierro candente. Tres contra tres: quien gane ese pulso tendrá mucho a su favor.