En esta sociedad hipercomunicada no hay nada peor que la ausencia de relato. Aunque es muy importante la calidad del relato, aún lo es más su propia existencia. Sin relato no hay supervivencia. Esto lo han comprendido las grandes corporaciones financieras, las estrellas mediáticas, los políticos corruptos (también los honestos) y, desde hace un tiempo, también empiezan a entenderlo los clubes de fútbol. El Barça, por ejemplo, acaba de completar su relato.
Es un relato intenso, buenista y un punto edulcorado. Agrupa conceptos relevantes como la solidaridad con los desfavorecidos (Unicef), la austeridad económica en la gestión y algunos valores esenciales: humildad, esfuerzo, compromiso, sacrificio a favor del colectivo. A esos conceptos y valores suma la elegancia del estilo de juego, de una plasticidad indiscutible, lo que ayuda al relato, del mismo modo que lo hace la continuidad de los triunfos. Y completa el relato con la apuesta decidida por el mestizaje entre la gente de casa (La Masia) y la de fuera (los fichajes), una mezcla de sangres tan aplaudida en el fútbol como vilipendiada en algunos ámbitos políticos y sociales. El Barça actual ha sabido recrear este relato con un acierto fuera de lo común. Se advierte en ello la mano de Guardiola, un hombre leído y culto, que a lo largo de estas tres temporadas ha ido dictando en voz alta las claves del discurso. A su vera, Rosell ha tomado notas con la pasión del becario y ha sabido pasar a limpio esas notas hasta construir ese relato potente y preciso.
Es un relato intenso, buenista y un punto edulcorado. Agrupa conceptos relevantes como la solidaridad con los desfavorecidos (Unicef), la austeridad económica en la gestión y algunos valores esenciales: humildad, esfuerzo, compromiso, sacrificio a favor del colectivo. A esos conceptos y valores suma la elegancia del estilo de juego, de una plasticidad indiscutible, lo que ayuda al relato, del mismo modo que lo hace la continuidad de los triunfos. Y completa el relato con la apuesta decidida por el mestizaje entre la gente de casa (La Masia) y la de fuera (los fichajes), una mezcla de sangres tan aplaudida en el fútbol como vilipendiada en algunos ámbitos políticos y sociales. El Barça actual ha sabido recrear este relato con un acierto fuera de lo común. Se advierte en ello la mano de Guardiola, un hombre leído y culto, que a lo largo de estas tres temporadas ha ido dictando en voz alta las claves del discurso. A su vera, Rosell ha tomado notas con la pasión del becario y ha sabido pasar a limpio esas notas hasta construir ese relato potente y preciso.
El relato tiene incoherencias, por supuesto, y contradicciones. Tiene lagunas y puntos oscuros y no lo explica todo. Los relatos siempre son así. Breves o largos, de ficción o realistas, escritos por un náufrago o por un marinero en tierra, todo relato es una explicación particular de la realidad. Pero una vez lanzado ya no hay marcha atrás: ahí queda, con toda su fuerza. Un relato es un 'frame', una imagen, una suma de conceptos que se agarran a nuestro cerebro para quedarse a vivir en él. El Barça ha ganado la batalla de su relato. Club empeñado en jugar bien al fútbol mediante una idea estética que le ha llevado a los mayores triunfos, alcanzados mediante futbolistas educados en La Masia, acompañados por fantásticos inmigrantes del balón, fieles apóstoles, todos ellos, de la cultura del esfuerzo, el sacrificio colectivo y los valores, equipo alejado de los egos, club austero y solidario, amigo de los niños del mundo entero.
El relato blaugrana, sin duda alguna, añade cierto maquillaje a la realidad, pero es tan poderoso en esta sociedad necesitada de ellos que ha generado un problema grave en otros competidores, necesitados con urgencia de un discurso creíble que enarbolar.
- Publicado en Sport (17-V-2011)