Corría el mes de octubre y Guardiola reunió a sus jugadores para pedirles que se olvidaran de polémicas y discusiones sobre qué equipo era mejor. Que dejaran el tema a tertulianos y periodistas y se abstrajeran de batallas superfluas para centrarse solo en la dimensión histórica del empeño. Mirad, les dijo, no es cuestión de discutir si somos mejores que tal o cual equipo. Unos tendrán una opinión y nosotros, otra. La verdadera jerarquía solo la conoceremos como con las buenas películas, que con el paso de los años las vuelves a ver y hablas de ellas, se convierten en clásicos y son historia viva. Ahora no lo podemos comprender del todo, les dijo, pero dentro de quince años se hablará de vosotros. Seguro. Se hablará de vosotros y, entonces, en ese momento, el mundo entero reconocerá que habremos sido un gran equipo. No sé si se hablará de otros equipos, pero de vosotros seguro que sí.
Los jugadores comprendieron el mensaje y están en Wembley, movidos por la ambición, el orgullo y el deseo de ser monarcas del tiempo futbolístico. “Estamos haciendo historia y podemos hacer más”, decía ayer Xavi en 'El Periódico de Catalunya'. “Nadie podrá discutir que hemos marcado una época”, le respondía Iniesta. Los motores de la historia son el orgullo, el deseo y la ambición. Y el tiempo. Deberán transcurrir veinte años para poder comprender la auténtica dimensión de este equipo. Para distanciarnos de las emociones y percibir la magnitud real de este conjunto legendario, enfrentado hoy a otro gigante fantástico, azuzado por la venganza, otro motor formidable.
Decía sir Alex Ferguson a media tarde de ayer que no percibía aromas de venganza en el vestuario del Manchester y puedo creerle, pero también me parece escuchar las palabras del Shylock shakespeariano declamando su famoso “Si nos pincháis, ¿acaso no sangramos?... y si nos hacéis mal, ¿no nos vengaremos?”. Escucho la admonición del asesinado rey a su hijo Hamlet entre la niebla danesa: “Luego que me oigas, prometerás venganza”. Y no puedo evitar pensar en Roma y en esa derrota implacable y en la inevitable ansia colérica que debe recorrer la sangre de los jugadores de Ferguson. Venganza, parecen pedir esos hombres de rojo también acostumbrados a pisar las finales de Champions.
Ser lo que somos, pedía anoche Guardiola. Ser más Barça que nunca. Fidelidad al estilo para acceder al penúltimo compartimiento de la gloria, para volver a hacer historia. Para ser historia, aposentarse en ella y ser recordados por siempre. Por sus triunfos y por su forma de jugar. Que todos hablen de vosotros cuando hayamos muerto, les dijo Pep en octubre. Ha llegado el día. La ambición, el orgullo y el deseo enfrentado a la venganza. Un pulso por ser el monarca del tiempo.