Puyol, Pedro, Messi y Villa. Las consultas al vestuario nos dicen que estos cuatro jugadores estarán en condiciones de aportar todo su potencial en el espectacular mes de abril que afronta el Barça. El equipo se ha visto perjudicado, en los últimos tiempos, por la ausencia de los dos primeros y un rendimiento algo inferior al habitual por parte de los dos goleadores. Sin embargo, el vestuario percibe las grandes sensaciones de cuando regresan jugadores fundamentales. Puyol, el gran capitán, empieza a asomar su melena tras un larguísimo período de baja, más clamoroso por ser quien es, un futbolista que no se ausenta ni siquiera de los entrenamientos voluntarios. La tendinopatía que sufre ha dado pie a especulaciones de todo tipo, pese a su legendaria fama de lesión penosa, dura y de lenta recuperación, pero sobre todo ha dejado un balance peligroso: el equipo se quedó sin su airbag trasero. Sin ese paracaídas de la línea defensiva, el veloz central que acude al corte final. En su ausencia, Abidal cumplió con creces y suplantó las esencias del capitán: velocidad, anticipación y desprendimiento. Pero al caer Abidal, el vacío resultó apoteósico. Cuando Puyol regrese, el equipo sabrá que tiene las espaldas bien cubiertas.
Delante ha faltado Pedro, pero lo que más se ha echado en falta es la finura de sus dos goleadores: Messi y Villa. Pedro ya está cerrando la recuperación de su lesión y los otros dos andan rehabilitándose de su agotamiento. Más que físico, es emocional. El de Messi, porque donde va se le exige un rendimiento sobrehumano. Que sea Maradona cada tres días, sin importar los kilómetros viajados ni los minutos de carga que acumula. Voluntaria o inconscientemente, Messi ha rendido un peldaño por debajo de lo superlativo durante los “meses valle”. El equipo no necesitaba contar con el mejor Messi: le bastaba con su velocidad de crucero y el delantero se ha tomado un respiro imprescindible para el sprint final que llega ahora. El sábado, agotado por el 'jet lag', llegó a agradecerle a Guardiola que le dejara en el banquillo.
Villa ha sufrido un desgaste distinto, pero enorme. El físico es fácil de medir, pero el emocional resulta mucho más complejo. Villa ha tenido que adaptarse a un estilo de juego muy distinto al que practicó en los últimos años. Ahora, juega en banda, debe presionar a la defensa rival como un león y asociarse como nunca hizo. Su desgaste, más que físico, ha sido mental. Y, además, ha tenido que afrontar la jerarquía indiscutible de Messi. No es fácil asumirlo e Ibrahimovic está ahí para atestiguarlo. Villa ha de lograr ahora un difícil equilibrio: ser el goleador ambicioso y letal de siempre, sin dejar de asociarse con Messi. Está cerca de lograrlo.