Cuando llegó Pep, el balón ya estaba allí. Hace décadas que el balón es el centro del universo del Barça. Lo propuso Laureano Ruiz y lo impuso Johan Cruyff. Maestros del idioma blaugrana han formado a centenares de chicos en ese estilo que consiste en dominar el balón, no perderlo nunca, recuperarlo en caso de extravío, y emplearlo siempre para atacar y marcar. Con sus peculiariades, Van Gaal y Rijkaard introdujeron evoluciones a la idea y Rexach fue el hilo conductor que permitió hacer el tránsito sin traumas. Luego llegó Pep y el balón seguía en el mismo sitio: en el centro de todo. El Rey Sol del juego barcelonista. El eje sobre el que pivotan todos los movimientos, la razón que explica todos los efectos, el kilómetro cero de todos los caminos. El balón ordena y organiza al Barça, lo arma y lo rearma, lo explica y lo trasciende.
¿Y qué aportó Pep? Mucho, pero sobre todo una instrucción: hay que correr hasta la extenuación. Lo primero que dijo no fue sobre el balón o la técnica individual, ni sobre los remates a puerta o el juego de combinación. Eso lo dio por sentado. Todos los canteranos saben cuál es el camino técnico y táctico a seguir. La primera aportación de Guardiola en 2007, extendida al primer equipo un año más tarde, consistió en un lema que expresó así: “¡Corred, cabrones, corred! Tengo que convencerles de que es el único camino para lograr el éxito”. Lo que le preocupaba a Pep no era la hoja de ruta del equipo, los parámetros empleados para medir el rendimiento o la estratificación y trazabilidad con que se guía a los canteranos, sino el esfuerzo y la exigencia. Que corriesen sin desmayo todos los minutos del curso. A partir de la idea insustituible, pero sin dejar de correr nunca.
En una deliciosa conferencia, Guardiola dijo, en verano de 2009, tras el triplete: “La gran virtud ha sido la voluntad del equipo en correr, correr y correr”. No habló de técnica, táctica ni estrategia. Dijo que la clave era correr. Por supuesto, con el balón por eje y con sentido e inteligencia. Para tener el balón en propiedad o para recuperarlo de inmediato tras pérdida. Le preguntaron qué consejo daría a sus jugadores al empezar la siguiente temporada y repitió: “¡Corred, cabrones, corred!”. Lo que le da títulos al Barça no es mover el balón, quedárselo, acunarlo y mecerlo; o arrebatárselo al rival para volver a manejarlo hasta incrustarlo en las redes. Lo que le da títulos es hacer todo esto corriendo a máxima intensidad, sin respiro ni vacilaciones, concentrado en el juego, ajeno a trifulcas y artimañas. La clave del éxito está donde empezó todo: en correr como cabrones desde el primer instante.