El talento de Robinho es indiscutible, pero su aportación al fútbol europeo aún está por descubrirse. Tuvo un debut espectacular en Cádiz y después se apagó estrepitosamente. No conozco las causas. Luxemburgo habló primero de falta de tono muscular y le dedicó sesiones particulares de trabajo sobre arena, un entrenamiento muy brasileño pero desde luego nada eficaz para ponerse en forma. Después, la prensa madrileña ha asegurado que entre el "clan brasileño" del club y Sacchi le han ordenado al jugador que olvide bicicletas y filigranas. Si es cierto, le han hecho polvo porque si a Robinho le prohibes el dribling y la libertad y le constriñes a cuatro jugadas pre-establecidas se convierte en un jugador vulgar y sin mordiente. O sea, el Robinho de los últimos partidos: ineficaz, aburrido, previsible y hasta indolente.
A principios de temporada escribí en "El Periódico de Catalunya" que Robinho iba a marcar el futuro inmediato del Madrid. Sería un Ronaldinho o un Anelka. Un Ronaldinho (el del primer año, no el de ahora) que revolucionó al Barça. O un Anelka que pasó por el Madrid sin pena ni gloria. Robinho empezó como Ronaldinho, pero le están convirtiendo en Anelka. Veremos hacia qué lado se decanta.