Año y medio sin jugar. Cuatro temporadas sin oler la Champions. Una lesión que parecía infinita. Un túnel sin salida. Y, para apuntillar a cualquier, un retorno agrio, con autogol y expulsión. Pero nunca perdió la calma, la esperanza ni la sonrisa. Incluso cuando en su siguiente partido volvió a marcar en su propia puerta. Asumió con flema británica el sobrenombre de "Pichichi" que le dedicó Luxemburgo.
Woodgate vuelve a ser feliz porque juega, defiende, no se resiente e incluso golea en la puerta correcta. Me alegro por él. No por un madridista. Por un deportista.