Un axioma clásico del
fútbol es que todo se resuelve en las dos áreas. Es un modo de concebir este
juego. Un modo interesante y rotundo que se apoya en cientos de certezas
comprobables y pruebas testificales. Sin embargo, no es el axioma definitivo,
pues existe otro, de características bastante opuestas, que plantea que el
fútbol es de los centrocampistas (tampoco es definitivo). Y que lo que sucede en las áreas es fruto de
lo que se construye en la zona central del campo.
No se trata de que un
modo de entender el fútbol sea superior al otro, pero sí revela posiciones
antagónicas entre quienes apuestan por las áreas como parcelas esenciales y
quienes piensan que el remate final sólo es consecuencia de un camino
imprescindible e inevitable por los pasillos centrales. En esta segunda forma
de concebir el juego, lo que verdaderamente importa no es el número de defensas
que alineas, sino el de centrocampistas que presentas. Y su perfil. Aunque hay
mucha gente distraída contabilizando defensores del Barça, la clave está en el
centro del campo, tanto si el dibujo es un rombo, un diamante o el trapecio que
viene configurándose en semanas recientes. Guardiola ha apostado con rotundidad
por sumar centrocampistas a fin de multiplicar sus efectos. Ya explicamos en su
día que, además, había terminado con la vieja idea de los complementos, según
la cual a un creativo había que sumarle un destructivo y a un cerebro, adosarle
un músculo. Principio de complementariedad se denomina a esta propuesta de
combinar diferentes para buscar un equilibrio improbable. Guardiola rechazó la
idea en beneficio del contexto y cargó el equipo con casi clones, buscando
profundizar en el juego por dentro.
Hay una historia clarificadora
al respecto. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ministro británico del Aire
convocó fórmulas para blindar sus bombarderos y evitar tantas bajas. Un
matemático, Abraham Wald, examinó los aviones perforados de balas y lanzó una
propuesta a contracorriente: “Hay que mejorar el blindaje de los aviones justo
en los lugares en los que estos no han sido alcanzados”. Wald escandalizó a los
expertos del ministerio, pero tenía razón: si aquellos bombarderos habían logrado
regresar a la base pese a ser ametrallados en varias zonas, significaba que
podían volar a pesar de los agujeros. Por tanto, convenía reforzar las zonas no
agujereadas, las mismas que probablemente habían supuesto el derribo de otros
aviones. Wald, fundador del análisis secuencial, tuvo razón en la cuestión de
los bombarderos británicos: no eran los puntos débiles los que había que
reforzar, sino los fuertes. En eso imagino a Guardiola: en reforzar a sus
centrocampistas y recordarle a Messi que será más grande como individuo si se
fusiona en el colectivo.
- Publicado en Sport (6-XII-2011)
- Publicado en Sport (6-XII-2011)