martes, mayo 15, 2007

Mi plan


Primero, definir qué quiero ser, a qué quiero jugar. Segundo, elegir a las personas con las que intentaré lograr mis objetivos.

¿Cuál es mi estilo de juego? El fútbol ofensivo, pero con equilibrio defensivo. El de la Liga de los cruzados. El del doblete de la pasada temporada. Pero el de verdad, no el del márketing. El estilo que dio la Champions no fue el ‘jogo bonito’, sino el ‘Barça de los dos trajes’ (definición de Xisco y Javier Polo). El Barça del equilibrio. En realidad, un Barça ad hoc según los partidos y los rivales. Si no es lo mismo un colista temeroso en el Camp Nou que el Chelsea en Stamford, tampoco el Barça que les enfrenta puede ser el mismo. En los momentos cómodos de partidos resueltos puede vestirse de toque y fantasía, reunir a los peloteros y rizar el rizo. Es el Barça de la elaboración y el espectáculo. Pero en los partidos importantes, la rotundidad del centro del campo debe ser de obligado cumplimiento. Es el Barça italiano. El que ganó la Champions.

Joan Golobart lo expresó mucho mejor: “En Barcelona hay un pensamiento único con respecto al fútbol del Barça que pretende que su juego se distingue por tocar mucho el balón. Y no es cierto. El auténtico Barça de Rijkaard se distinguía por robar en campo contrario, cuatro pases rápidos, una virguería y gol”. El Barça que ganó la Champions eran dos equipos en uno: “Con cinco o seis hombres siempre en defensa, sin moverse de su zona, y atacando con cuatro, a veces con cinco. Eran dos equipos. Uno defendía y el otro atacaba”.

¿Qué personas son las adecuadas para recrear este estilo? Aquellas que se muestren absolutamente comprometidas con la planificación de la nueva temporada. ¿Cuál es el plan? La fiesta ha terminado, empieza el trabajo. Sólo interesa quien prioriza el equipo sobre cualquier asunto personal. La exigencia será máxima desde el primer minuto del primer entrenamiento hasta el último suspiro de la temporada. Las jornadas laborales empezarán a las ocho y media de la mañana con el desayuno obligatorio en el vestuario y concluirán a las cinco de la tarde, tras entrenamiento físico, comida conjunta, fisioterapia y recuperación. No hay que ser amigos, pero se trabaja en equipo.

Dos veces por semana habrá sesión doble, con entrenamiento táctico. Dos veces al año se incluirán dos ciclos de fuerte carga física: veinte días de doble sesión antes de empezar la Liga; diez días en el parón navideño. Los entrenamientos serán a puerta cerrada, salvo un día a la semana. La dirección de comunicación del club tendrá que habilitar las correspondientes políticas para que el probable enfado de la prensa sea compensado con otras medidas, como el acceso fácil y fluido a jugadores y entrenador.

¿Puede Rijkaard dirigir este proceso? Su lamentable temporada plantea dudas, pero sigo creyéndole capaz de reconstruir el espíritu necesario. Por descontado, en primer lugar ha de querer hacerlo. Y ha de quererlo con todas sus energías físicas y mentales. Si él no está convencido, si continúa sin fuerzas para tomar decisiones importantes, más le vale hacerse a un lado. Hoy quizás aún está derrumbado, pero en pocos días debe plantear la respuesta final. Contra los muchos errores que ha cometido este año (tácticos y de condescencia) se alza el gran crédito acumulado en los tres ejercicios anteriores. Fue un gran gestor del vestuario hasta que el vestuario le engulló. El presidente y el propio Rijkaard deben evaluar, mirándose a los ojos, si está en condiciones de seguir.

Si decide continuar, pierda o gane la Liga, ha de presentar una planificación de máximos. Rigurosa, rotunda y sin vuelta atrás. Eso significa acabar con la actual correlación de fuerzas dentro del vestuario. El ecosistema establecido, según el cual un grupo de jugadores de grandísima calidad tomaron el mando y dictaron, hace dieciocho meses, el reducido nivel de trabajo colectivo que hemos visto debe ser la primera víctima del entrenador. En el vestuario manda el entrenador, la planificación del año es sagrada y los capitanes dejan de ser floreros. Por cierto, hace falta un segundo entrenador de entidad.

¿Qué jugadores siguen? Valdés, Zambrotta, Puyol, Xavi, Iniesta, Messi y Eto’o. También, por supuesto, Ronaldinho y Márquez, pero previa aceptación solemne del compromiso de cumplir la planificación establecida. ¿Deco? Fantástico jugador, fundamental en los éxitos, pero también fundamental en la caída libre del equipo. ¿Aceptará la nueva planificación y su nuevo rol dentro del vestuario? Tengo esa duda. En la clase media siguen Jorquera, Gio, Thuram, Gudjohnsen (como centrocampista, aunque me temo que volverá a Inglaterra) y probablemente también sigan Oleguer y Belletti. Quince o dieciséis jugadores, a quienes deberán unirse otros seis o siete para completar los 22, cifra idónea según Rijkaard. Las bajas previsibles serán las de Saviola (libre), Ezquerro, Motta, Edmilson, Giuly, Sylvinho y Maxi, lo que lleva a una cifra probable de cinco-seis fichajes, fuertes, serios y trascendentales como fueron Deco o Márquez en su momento,fichajes que por ahora aún pertenecen al ámbito del fútbol-ficción.

Última cuestión: ¿se puede hacer una tortilla sin romper el huevo? ¿se puede recomponer un jarrón chino hecho añicos? ¿se puede cambiar una inercia colectiva, la molicie instalada, sin cortar alguna cabeza significativa? Porque no se trata de hacer una gran hoguera y quemarlo todo, ni inundar de sangre el vestuario, sino de bajar de la nube y volver al trabajo. La clave es saber si resulta posible cambiar radicalmente esa inercia sin desprenderse de una vaca sagrada.


Fotos: EFE - AFP - FC Barcelona.com.