Inauguremos la nueva temporada futbolística con el recuerdo de una faceta que quedó pendiente en el juego delicioso del Barça: su excesivo barroquismo ante portería. Un entrenador ya curtido explicaba que “mientras los jugadores del Madrid tienen una facilidad casi genética en ir directos al gol, los del Barça se recrean dentro del área, como si tuviesen todo el tiempo del mundo”. Otros tres técnicos con los que he hablado coinciden en que no se trata de un problema nacido en la morfología de los delanteros de uno y otro equipo, sino que ese defecto barcelonista (y, a su vez, esa virtud madridista) está relacionado directamente con el estilo de juego de cada equipo. Así, los delanteros merengues no hacen más que prolongar dentro del área la dinámica de juego vertical y directo que acostumbra a definir a su equipo. Las mejores prestaciones de sus delanteros se consiguen de ese modo: en el juego dinámico, mucho más que en el estático, donde sí encuentran dificultades serias para expresar su gran capacidad de remate directo y vertical.
En el Barça sucedería al revés. La riqueza de su estilo de juego, que busca crear superioridades a base de combinar en corto y asociarse a lo ancho genera una dinámica colectiva sensacional, pero a su vez parece contagiar también a sus delanteros en cuanto pisan área. De este modo, lo que es básico y esencial en el juego de posición que interpreta (y que es principal seña de identidad del Barça), es decir, una salida limpia de balón en la primera fase del juego más el toque y la asociación en la segunda fase para crear superioridades y eliminar rivales, se convierte en un hándicap si se aplica en la tercera fase, la del remate final en los alrededores o interior del área.
En realidad, estamos ante un "efecto contagio" que, en diversas ocasiones, ha significado perder oportunidades claras de gol. En este sentido, quizás nadie sufrió tanto dicho contagio como David Villa, un delantero que siempre se ha caracterizado por su verticalidad dentro del área. Su movimiento preferido es el control orientado, regate de primeras hacia el interior del área y remate a puerta con cualquier pierna. Sin embargo, en su primera temporada blaugrana adornó dicha acción con más combinaciones, como si la búsqueda tan directa del gol acarreara en sí misma alguna penalización. Eso le ocurre porque lo ve a su alrededor, pues Messi es capaz de combinar diez veces dentro de una baldosa antes de enchufar a gol. Pero en vez de virtud, tal barroquismo se convirtió en defecto.
El cuerpo técnico del Barça lo advirtió y entre todos están buscando menos adornos y más verticalidad dentro del área. Se trata de adormecer en el centro del campo, pero dispararse en el área. Es un buen punto a mejorar.