Con una ilusión desbordante, casi como si fuese primerizo en esto, Sergi Roberto tomó ayer el autobús que condujo al Barça B hasta Soria. Le espera la hora del regreso a los terrenos de juego, tras seis semanas de baja. Sergi se lesionó el 15 de enero en Salamanca, justo en el instante de marcar su primer gol con el Barça B. Llevaba año y medio buscando ese gol, que se resistía. Sergi Roberto es una de las mayores promesas de la cantera blaugrana, lo que es interesante recordar en estos días de agitación por la marcha de Jon Miquel Toral al Arsenal.
Sergi Roberto es algo más que una promesa: apenas acaba de cumplir los 19 años, ya ha debutado con el primer equipo (en Copa, ante el Ceuta), con el que incluso marcó en la gira asiática del pasado verano, lleva temporada y media con Luis Enrique y se distingue por su perfil de volante moderno de La Masia. Dirige, cubre, barre, conduce, toca y abarca ambas áreas: es lo más parecido al centrocampista “box to box”. Un Cesc 2.0.
Sergi regresa al Barça B con la ilusión del novel y el empuje de un titán. Sólo tiene 19 años y, si mira a su alrededor, verá pocas barbas cerradas. Excepto los delanteros, que promedian 23 años, el resto del equipo apenas llega a los 20 años de media. Cuatro de ellos aún tienen 18: Muniesa y los juveniles Dalmau, Sergi Gómez y Espinosa. No está Rafinha, que los acaba de cumplir hace unos días, por lesión. Tampoco su hermano Thiago ni Martín Montoya, en Mallorca con Guardiola, ambos de 19 años. Esta es la realidad actual de la cantera del Barça: una de sus promesas se marcha al Arsenal, pero en medio de una crisis de lesiones, la mitad del primer equipo que juega hoy en Mallorca está compuesto por canteranos, siete de ellos con 23 años o menos. En el B que juega en Soria, nueve tienen 20 años o menos y, como queda dicho, ya son cuatro los juveniles con pie y medio dentro, a la espera de que Deulofeu y Oriol Rosell sigan la misma ruta.
Es decir, el ‘efecto cascada’ es imparable. Arriba hay un embudo indiscutible pero abajo, una presión formidable. Y está demostrado por las ciencias físicas que no hay forma humana de frenar las mareas. La cantera del Barça, sin ser autosuficiente, es una marea imparable. Genera talento sin cesar y, aunque sufre fugas puntuales (por otra parte, legítimas y comprensibles), su capacidad de producción se antoja ilimitada, aunque no homogénea en todos los puestos. Chavales como Sergi Roberto están llamando con rotundidad a las puertas del Camp Nou y niños como Javi Espinosa andan derribando las paredes del Mini Estadi. En los próximos años, el Barça tendrá que fichar estrellas puntuales, pero el grueso de su futuro equipo ya está aquí, entrenándose en la Ciutat Esportiva Joan Gamper.