Tan habituado a ganar, el barcelonismo se llena de interrogantes en cuanto aparece una derrota. Y no digamos si ocurre en febrero y viene precedida de un empate. Se arman los adjetivos, se agitan los adverbios y se escudriñan con fervor pagano las causas posibles. El físico y la actitud acostumbran a ser los elegidos para explicar los porqués. Pero de tanto buscar se acaba perdiendo el olfato y la realidad es más prosaica: en el Emirates apenas falló nada, salvo la ejecución final de algunas jugadas. El resto de los factores estuvo en la línea habitual de este gran Barça, que planteó el partido con su vocación indiscutible (ir a por el partido); lo hizo con su idea clásica (organizado a partir del balón); empleó las armas tradicionales (presión arriba, recuperación veloz, juego de toque asociativo); combinó períodos de intensidad elevada con otros de pausa y calma; y alcanzó a disponer de un buen puñado de oportunidades claras de gol.
El resultado intangible de todo ello fue un Barça completamente fiel a su concepto futbolístico, protagonista de otro primer período de ensueño. Otra vez memorable en el Emirates, como el curso pasado. Con dos diferencias: este Arsenal es mucho más poderoso que el de 2010 (por el añadido de Van Persie y Wilshere, especialmente) y, en lugar de llegar al descanso con empate a cero, esta vez se alcanzó con ventaja barcelonista en el marcador. Y, en ambos casos, tras sendas exhibiciones de juego. ¿Qué falló para que el resultado tangible fuese opuesto al intangible? Las ejecuciones. En concreto, dos remates de Messi; algún último pase mal dirigido; una presión mal hecha durante la transición “gunner”; cierto “vacío” táctico de Alves y poco más. El foco se ha puesto en el cambio de Villa por Keita o en la condición física, pero creo sinceramente que sólo fallaron algunas ejecuciones, del mismo modo que otras tantas veces fueron certeras.
Dicho esto, añadamos dos ideas: primero, la condición física general del equipo no es buena, sino excelente. Las cargas de trabajo ya quedaron atrás: fueron personalizadas, muy específicas para algunos jugadores y han terminado. Puede haber algún delantero más fatigado que otro, pero con rotundidad debo decir que ya no estamos en etapa de “piernas de plomo”. Y segunda idea: pese a ciertos errores tácticos ocurridos en Londres, veo un Barça más cuajado, serio y potente que en toda la etapa Guardiola. Con flancos débiles, por supuesto, como el de algún suplente desmejorado. Y terrenal, por descontado, susceptible a la derrota como cualquier deportista. No olvidemos que la derrota es parte consustancial del deporte y, sobre todo, del éxito. Sin derrota no hay éxito. Veo al Pep Team armado de una capacidad competitiva y unos recursos técnicos, tácticos y emocionales excepcionales. Y un plus: la elevada capacidad de autocrítica del vestuario.
- Publicado en Sport (19-II-2011)