El triunfo del Barça sobre el Arsenal dejó dos sensaciones: la de un  equipo aplastando al que, en teoría, era su clon; y la de un equipo  venciendo pese a un ratio muy bajo de efectividad. Los dos  equipos son el Barça, por supuesto. Esa ambivalencia genera cierta  desazón. ¿Cómo un conjunto que borda el fútbol de este modo, y asalta la  portería rival, termina sufriendo? Dicen que es por genética, pero es  por falta de efectividad. Los datos del partido revelaron un dominio  estrepitoso: se jugó prácticamente en el medio campo del Arsenal, que no  logró disparar ni una vez contra Valdés, por 19 remates del Barça, que  triplicó al equipo londinense en número de pases. Y si nos fijamos en  las capturas de balón tras pérdida, deberemos convenir en que el Barça  posee una prodigiosa transición ataque-defensa que le hace recuperar el  cuero casi instantáneamente después de perderlo. Pero en la virtud de  todos estos factores se esconde también un defecto: ¿por qué tan  reducida efectividad? ¿Por qué el Barça no consiguió transformar muchas  más oportunidades? ¿Por qué tampoco obtuvo mejor efectividad en el  partido de ida, ni tampoco en el del año anterior, también en Londres?
Creo  haber encontrado la respuesta en una deliciosa entrevista que Andrés  Pastor, un brillante periodista desconocido de Murcia, ha realizado esta  semana en su blog (culemania-sito.blogspot.com) a Álex Sans, miembro de  la escuela catalana de entrenadores. Dice Sans que el problema del bajo  ratio entre oportunidades y efectividad reside en la falta de  “movilidad en los hombres de ataque”. Argumenta que el Barça está  manejando de forma espectacular las dos primeras fases del juego: la de  iniciación (lo que llamamos “salida de balón” desde la defensa) y la de  progresión (lo que bautizamos como “jugar a lo ancho” al borde del área  rival). Sin embargo, Sans opina que la tercera fase, la decisiva, la  resolución directa ante la portería rival, posee un exceso de toques y  combinaciones. 
Considera que en esa zona “una de las pautas  importantes es que cuando tengas una oportunidad para rematar hay que  intentarlo. Lo que no podemos es parar el balón ahí o tocarlo demasiado  porque la precisión tiene que ser impresionante”. Y aunque Messi y  compañía poseen esa precisión casi mágica, deberían centrarse más en el  remate directo y la movilidad en lugar de la filigrana final. 
Comparto  esta opinión, aunque entiendo la dificultad: después de atravesar el  campo a lo largo y a lo ancho con un determinado estilo (toque corto y  asociación) debe resultar muy complejo, física y mentalmente, cambiar de  modo radical el ritmo e imprimir velocidad máxima y remate directo  vertical. Pero por ahí anda la verdadera solución a este ‘problemilla’.
- Publicado en Sport (12-III-2011)
 
