El trofeo lo ganará uno de los tres, pero pertenece a La Masia que es tanto como decir a una escuela de formación. Ninguno de ellos, Xavi, Iniesta o Messi, discreparán sobre la ubicación idónea para este segundo Balón de Oro que conquista la cantera blaugrana: la recepción de la nueva residencia que se inaugurará el próximo mes de abril en la Ciutat Esportiva y que llevará, si la Junta Directiva del Barça lo aprueba, el siguiente rótulo en su fachada: ‘La Masia–Centre Formatiu Oriol Tort’ en homenaje a un pionero mayúsculo. Aunque el ganador merece llevarse el trofeo a su casa, sin duda una reproducción del mismo debería figurar en el hall de entrada para dar la bienvenida a las nuevas promesas que seguirán llegando.
Este podio dorado es la consagración de La Masia y de una idea. Llega pocos días después que Pep Guardiola se refiriese con palabras encendidas a los padres fundadores y hoy es buen día para volver a recordar a esos pioneros, a los administradores que gestionaron el proyecto y a quienes pusieron la primera piedra y la segunda y las siguientes; a quienes concibieron la idea conceptual que hoy asombra al universo del fútbol y a los maestros que la difundieron y enseñaron con mimo y pasión en noches frías y ardientes matinales. Miles de chavales pasaron por esos campos para luchar por un lugar en la cumbre y a todos ellos les pertenece un trocito de ese trofeo dorado pues hablamos de una idea en permanente evolución que Laureano Ruiz trajo al Barça y Cruyff inyectó en las venas blaugrana. Personajes trascendentales en la historia del club tanto Laureano como Johan, del mismo modo que trascendentales habrán sido Pep Guardiola y Albert Benaiges; Jaume Olivé o Joan Martínez Vilaseca; Josep Lluís Núñez y Joan Laporta; Rijkaard y Van Gaal; Quique Costas y Luis Enrique; Carles Folguera o Francesc Segarra; Alexanko y Amor; Rexach o Joan Vilà o Lluís Pujol, Ursicinio, Borrell, Gonzalvo y tantos centenares más a quienes pido disculpas por no citar, todos ellos necesarios, imprescindibles en la formación y generación de esta maravillosa máquina de producir futbolistas.
Hasta llegar aquí el camino ni ha sido fácil ni faltaron dudas y amagos de renuncia. Hubo entrenadores que prescindieron directamente de los canteranos e incluso uno que pidió su desaparición a la directiva para ahorrar. Algún presidente quiso también borrarla del mapa y mucha gente descreyó mirando tantas veces con más apasionamiento fuera que dentro. Los canteranos tuvieron que escalar montañas más altas que los foráneos, como si a ellos hubiese que exigirles más. Hoy, en la consagración universal de un modelo y una idea, es de justicia acordarse de los pioneros y pedir que la máquina no se detenga jamás.
Este podio dorado es la consagración de La Masia y de una idea. Llega pocos días después que Pep Guardiola se refiriese con palabras encendidas a los padres fundadores y hoy es buen día para volver a recordar a esos pioneros, a los administradores que gestionaron el proyecto y a quienes pusieron la primera piedra y la segunda y las siguientes; a quienes concibieron la idea conceptual que hoy asombra al universo del fútbol y a los maestros que la difundieron y enseñaron con mimo y pasión en noches frías y ardientes matinales. Miles de chavales pasaron por esos campos para luchar por un lugar en la cumbre y a todos ellos les pertenece un trocito de ese trofeo dorado pues hablamos de una idea en permanente evolución que Laureano Ruiz trajo al Barça y Cruyff inyectó en las venas blaugrana. Personajes trascendentales en la historia del club tanto Laureano como Johan, del mismo modo que trascendentales habrán sido Pep Guardiola y Albert Benaiges; Jaume Olivé o Joan Martínez Vilaseca; Josep Lluís Núñez y Joan Laporta; Rijkaard y Van Gaal; Quique Costas y Luis Enrique; Carles Folguera o Francesc Segarra; Alexanko y Amor; Rexach o Joan Vilà o Lluís Pujol, Ursicinio, Borrell, Gonzalvo y tantos centenares más a quienes pido disculpas por no citar, todos ellos necesarios, imprescindibles en la formación y generación de esta maravillosa máquina de producir futbolistas.
Hasta llegar aquí el camino ni ha sido fácil ni faltaron dudas y amagos de renuncia. Hubo entrenadores que prescindieron directamente de los canteranos e incluso uno que pidió su desaparición a la directiva para ahorrar. Algún presidente quiso también borrarla del mapa y mucha gente descreyó mirando tantas veces con más apasionamiento fuera que dentro. Los canteranos tuvieron que escalar montañas más altas que los foráneos, como si a ellos hubiese que exigirles más. Hoy, en la consagración universal de un modelo y una idea, es de justicia acordarse de los pioneros y pedir que la máquina no se detenga jamás.