domingo, octubre 08, 2006

Sin solución


Todos los modelos son virtuosos cuando arrojan buenos resultados. Se puede ganar la Copa Davis con cuatro seleccionadores e incluso con tres. Se puede conquistar oros olímpicos de atletismo con el presidente de la Federación actuando como seleccionador único. Se puede ser campeón mundial de balonmano con un seleccionador que también es entrenador de club. Se puede ganar el mundial de baloncesto rotando cada año de seleccionador. Incluso se puede conquistar el Mundial de fútbol aunque tu federación esté ardiendo en llamas y tus principales clubes estén a punto de ser descendidos a segunda división. También los hay que vencen desde la normalidad: con una federación seria detrás, un entrenador equilibrado delante y estabilidad emocional por parte de todos.

La selección española de fútbol es lo opuesto a la variedad anterior. Cualquier modelo que aplica se convierte en vicioso. Ya sólo le falta probar con Villar en el banquillo para haber cubierto el cupo de alternativas posibles. Seleccionador duro, blando, joven, viejo, gruñón, afable, federación corrupta, medios inquisidores, capitanes veteranos de colmillo retorcido, jovencitos imberbes, buscavidas de medio pelo, cabeceadores preclaros, jugones, guerreros, palanganeros o insidiosas comadres. Todo se ha probado: en dictadura, transición y democracia; en tiempos de lluvia y a pleno sol; por lo civil y por lo criminal. Décadas de acusaciones: a la Federación, al presidente, al seleccionador, al entorno, a la prensa, a la radio, a los jugadores y al lucero del alba. Acusaciones circulares para acabar en el mismo punto de partida, coincidencia de sentimientos: a unos no les importa lo más mínimo la selección; otros quieren que pierda porque no se sienten identificados con ella; y otros más desean la debacle porque ya no juega Raúl.

Ahora decimos que sólo queda una opción: el entrenador extranjero. Lo eran (de nacimiento) Kubala y Santamaría, y obtuvieron el mismo triste resultado. Pero es una alternativa aunque no andan demasiados nombres libres con garantías. ¿Resistiría Hiddink las presiones de los periodistas? ¿Podríamos esperar de Scolari que planteara un juego plástico, pero a la vez eficaz? ¿Cuánto tardaría Lippi en darse cuenta que no puede aplicar su metodología italiana?

A estas mismas horas, en Francia se cortan las venas por la derrota ante la mediocre Escocia en Glasgow. En Inglaterra llueven chuzos de punta por el tristísimo empate en casa frente a la inenarrable Macedonia. Italia ha vencido a Ucrania sólo en los últimos veinte minutos y cuando los visitantes ya se habían merendado al centro del campo campeón del mundo y la defensa de Cannavaro, Materazzi y Zambrotta hacía aguas ante un rival que no tenía ni siquiera a Shevchenko. La gran Holanda de Van Basten apenas ha podido empatar contra la Bulgaria de Stoichkov y esta noche sólo Javier Clemente duerme plácidamente, arrullado por el triunfo de su Serbia, líder de grupo, en Belgrado ante la antaño potente Bélgica, ya que la Rusia de Hiddink no ha pasado del empate en casa frente a Israel.

Así que en todas partes cuecen las mismas habas y la solución es que no hay solución. Denle la baja a Luis si quieren. Traigan a un extranjero para que De la Morena lo engulla. O a otro veterano español curtido en mil batallas, al que también engullirá. Maltraten a los jugadores por sobrevalorados, vendehumos y pechofríos. Propongan que se vaya Villar. Pero hagan lo que hagan, la solución no es mágica ni aparecerá tocando una sola tecla. Hagan un plan a medio plazo; marquen objetivos muy modestos; presenten un modelo de juego concreto, válido para todas las categorías, que prime la eficacia o la estética o el músculo o el resultadismo, pero no todo a la vez; aplíquense con humildad a la tarea; celebren los triunfos ante rivales mediocres como si con eso ya estuvieran colmadas las expectativas; no pronostiquen la victoria frente a nadie; reconozcan el discreto nivel del jugador español; huyan de la retórica, el banderío ufano y los himnos vacíos; acepten que la selección sólo representa a la Federación Española de Fútbol; trabajen duro, esfuércense en la derrota, no se vanaglorien en el triunfo; apuesten por un grupo de futbolistas, formen piña, limen los egos, propongan que el juego colectivo venza a la individualidad. Todo esto no garantiza el éxito, pero sí evita que la frustración se acreciente.

Fotos: EFE - Empics - AP.