Citemos a Antonio Gramsci y digamos con él que el Barça-Chelsea hay que analizarlo con “el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”. Sería necio hacerlo al revés, pues la razón diagnostica cierta distancia en los estados de forma de cada equipo que el corazón puede equilibrar. Para comprender mejor lo que puede suceder mañana he revisado lo que ocurrió hace dos semanas en Stamford Bridge y estas son algunas conclusiones:
Desequilibrio defensivo
La pareja de centrales (Márquez-Puyol) rindieron a altísimo nivel. Los dos laterales (Zambrotta-Gio), a muy bajo. En ese desequilibrio residió buena parte de la problemática del Barça en Londres. Destacó la lentitud de Zambrotta en cerrar huecos cuando Drogba escapó hacia su banda y también su lejanía de la pareja de centrales, lo que aún fue más evidente con Gio en banda izquierda. El lateral holandés jugó un partido independiente del resto de la defensa. No dio apoyo a sus centrales en ningún momento. El gol del triunfo inglés es un 3 para 3: Drogba arrastra a Márquez y Puyol con una maniobra fantástica y se queda Edmilson solo para cubrir a Shevchenko y Ballack. Los laterales del Barça siguen la acción a distancia. Sin embargo, no había extremos que cubrir, ni siquiera laterales rivales, empeñados en secar a Messi (Ashley Cole) y Ronaldinho (Boulahrouz). El único trabajo lo dio Essien con sus subidas aleatorias por la derecha, que nunca fueron sujetadas por Deco ni mucho menos por Gio, que en cada ocasión pareció sorprenderse. Pregunta retórica: ¿para qué jugaron los laterales si no defendieron a nadie, no atacaron y no dieron cobertura a sus centrales?
Dominio por combinación
Como acostumbra, el Chelsea juega a arreones. El inicial en cada tiempo y el puntual cuando pilla al rival a contrapié. El resto del partido lo plantea muy juntito y controlado, sin alegrías. Apretó en el primer cuarto de hora y al no poder marcar esperó a la segunda parte, donde sí lo consiguió. Mourinho aprovechó la frialdad con que este año sale el Barça de los vestuarios para sentenciar. Otro triunfo de la inteligencia emocional.
En el entretiempo, el Barça jugó muy bien. Tocó y combinó con acierto pese a tener enfrente un mediocampo prodigioso de fuerza y colocación. Creó ocasiones de gol (las mismas que el Chelsea) y no dio muestras de descontrol. Sucedió en todo el tramo final de la primera parte e incluso tras el gol de Drogba, entre los minutos 45 y 55, hasta que Rijkaard decidió enloquecer el partido con su defensa de tres. Hasta ese momento, el juego barcelonista fue excelente: veloz, al primer toque, con cambios de posición que complicaban la vida a los locales... Mientras el Barça fue fiel a su estilo de juego (del 25’ al 55’) dominó con claridad. Otra cuestión es que fallara el talento natural: para frenar a Ronaldinho, Boulahrouz apenas necesitó ayuda. Essien le dio tres coberturas en la primera parte y sólo una en la segunda. Con eso bastó.
Balón parado
Hace nueve meses el Barça concedió tres saques de esquina al Chelsea sumados los partidos de ida y vuelta. Ahora, en apenas media parte regaló cuatro. Hace nueve meses, en ‘el partido perfecto’ del Camp Nou no cedió ni una falta peligrosa ni un córner. Le arrebató al Chelsea su arma más peligrosa. Hace quince días concedió cinco saques de esquina y seis faltas laterales. Demasiado. En contrapartida, los defendió muy bien, con estas marcas:
- Puyol-Drogba
- Márquez-Terry
- Edmilson-Ballack
- Gudjohnsen-Carvalho
- Zambrotta-Shevchenko
Por el contrario, ineficacia absoluta en ataque a balón parado. Los córners y las faltas laterales no le sirven de nada al Barça. Desperdicio absoluto de oportunidades. ¿Falta de entrenamiento táctico?
Concluyamos con dos detalles más: Ballack fue mucho más trascendental de lo que parecía a primera vista, por sus movimientos sin balón y su labor como pivote distribuyendo balones en ataque de cabeza. Y el Barça debe abrir las bandas en ataque para evitar caer en el 'agujero negro' que monta Mourinho en el embudo central.
Fotos: Empics - AP.