Gobernar a golpe de encuestas reconforta al gobernante porque le conecta emocionalmente con la opinión popular. Las encuestas reflejan una foto de los estados de ánimo generales y quien manda tiende a fijarse en ellas porque puede ayudarle a tomar decisiones difíciles o proclives a la polémica. Pero las encuestas, por más rotundas que parezcan, no tienen por qué coincidir con la mejor decisión. Si Joan Laporta hubiese elegido al sucesor de Frank Rijkaard mediante este sistema, Pep Guardiola jamás se habría sentado en el banquillo del Camp Nou, pues no debemos olvidar que todas las encuestas de aquellas semanas, publicadas en medios de comunicación de toda índole y orientación, arrojaban un veredicto demoledor: no a Guardiola con más del 80% de votos populares negativos. Un porcentaje estruendoso que Laporta desoyó. Y acertó. Probablemente, sin imaginar nunca que su acierto sería tan mayúsculo. De haber gobernado en función de las encuestas es muy probable que en vez de diez títulos consecutivos, el Barça exhibiera hoy un entrenador lanzando porqués al mundo.
Recuerdo este hecho porque estamos, nuevamente, en tiempos de encuestas populares. Votos afirmativos a un jugador, negativos a la salida de otro y multitudinarios hacia nombres que ilusionan a la afición. Perdonen que lance una jarra de agua fría a semejantes consultas populares: si después de ganar diez títulos casi del tirón hay que ilusionarse con un par de nombres propios, aviada está la afición blaugrana. Lo comprendo como método de mantener chorreantes los caudales mediáticos, pero no entraría en ninguna lógica de gestión. Para seguir creciendo y ganando, el Pep Team necesita algunos retoques que le garanticen competitividad, variedad y riqueza de alternativas. Cada aficionado y cada periodista tendrá sus favoritos en esta especulación tan apasionante como estéril. Así, hay quien solo desea acumular delanteros estelares mientras otra parte de la afición se decanta por incorporar un hombre por línea y la mayoría no quiere desprenderse de Thiago, declarado intransferible por intenet sin reparar en aquellas palabras de Tito Vilanova: “Las prisas en un jugador de 19 años son malas. Siempre recuerdo que Andrés Iniesta no ha sido titular de verdad hasta los 23 años y ha tenido que adaptarse a todo tipo de posiciones y situaciones: que si por la derecha, que si por la izquierda, que si ahora juego, que si ahora no juego. El ejemplo de Iniesta es muy importante para los demás: si tenéis la suerte de llegar donde llegó Andrés y él no consiguió ser titular de entrada, ¿por qué pensáis que vosotros tenéis que serlo con menos de veinte años?”. La opinión de los técnicos es más importante que todas las encuestas mundiales.