Hay un ático y hay un sótano. Entre ambos, varios pisos intermedios y un
ascensor que los une. El sótano cultiva las semillas plantadas, que van tomando
forma en los pisos intermedios y florecen en el ático. Eso es el Barça actual.
El resultado de una idea lanzada hace casi cuarenta años por un cántabro
llamado Laureano Ruiz, que llegó al Barça para parchear las debilidades del
equipo juvenil y acabó revolucionando toda la cantera. En la puerta de la secretaría
técnica colgaba el siguiente cartel: “Si vienes a ofrecerme un juvenil que mida
menos de 1,80 m. no hace falta que entres”. Laureano Ruiz arrancó el cartel,
convocó a chicos con talento y buena técnica, sin importarle su estatura,
implantó los rondos, descartó la carrera continua y colocó el balón en el
centro de todas las miradas.
El legado de Laureano fue mucho más importante que sus constantes victorias:
dejó sembradas las semillas de un modelo de juego.
Quince años después llegó
Johan Cruyff y, con el agua de Rinus Michels, regó las semillas con voluntad
inquebrantable. Abundó en los conceptos y mandó una orden tajante a todos los
pisos intermedios: “Hay que dominar el balón”. Esa fue la idea que ilumina y
rige el fútbol del Barça. El balón, centro del universo. La idea moldeó un
sistema (3-4-3) y a partir de ahí se estableció un método común de trabajo:
todos los equipos inferiores se movían igual, jugaban el mismo juego y acabaron
construyendo un auténtico idioma futbolístico. La Masia se convirtió en escuela
de formación. Allí se educaba a los aspirantes a futbolistas. Formación
integral en tres vías: futbolística, intelectual y moral. Educación en valores
como humildad, esfuerzo y constancia.
El idioma se enseña desde muy pequeños, empezando por la pizarra, con
frases concretas y alcanzando hasta la más mínima de las onomatopeyas. Todos
los maestros y entrenadores hacen hincapié en un hecho: además de la
metodología global, el secreto está en los detalles. Dedicar muchas horas a los
pequeños detalles, como la colocación del cuerpo antes de recibir un pase.
El
chaval de 20 años que está a punto de debutar en el Pep Team se habrá entrenado
unos 2.500 días desde que entró a formar parte de La Masia, desglosados del
siguiente modo: 1.000 horas de aprendizaje técnico; otras mil a juegos de
conservación y rondos; 1.750 horas al juego de posición y movimientos tácticos; unas 1.250 a partidillos de entrenamiento; y unas 600 a competición. En total, 5.600 horas de aprendizaje.
Así se comprende que, de Xavi a Thiago, de Iniesta a Sergi Roberto, todos
jueguen de memoria. Guardiola llama a un juvenil y sólo tiene que decirle tres
palabras: “Juegas de cuatro”. Y el chaval ya conoce todo lo que eso significa:
lo aprendió desde niño en las pizarras del club. La Masia es bastante más que
una residencia: es la escuela donde se forman los campeones. Ahora mismo, esa
escuela garantiza el suministro de jugadores de talento para el primer equipo en
los próximos 10-15 años. El auténtico fondo de armario del Barça, la receta de
la Coca Cola blaugrana.
- Publicado en Marca (20-VI-2011)