Hace unos días, el periodista Xavi Torres detallaba en este periódico la interesante conferencia de Alberto Giráldez en el congreso sobre fútbol organizado por el INEF de Catalunya y el Espanyol. Giráldez es el director de formación de la cantera del Real Madrid y concluyó su exposición con una célebre frase de Monchi, director técnico del Sevilla: “El mejor entrenador para la cantera es el entrenador del primer equipo”. Giráldez es un experto en la formación, un hombre docto en la materia, concienzudo y serio. Si presentó la frase de Monchi como cierre de su conferencia fue porque cree firmemente en ello, lo que me da pie para dibujar algunos trazos de esta figura: la del 'ascensorista' de la cantera. Sin ascensorista apenas sirve de nada el trabajo en la base.
Por lo general, esa figura es el entrenador del primer equipo, como señala Giráldez, pero no es imprescindible que sea así. O, mejor dicho, no es inevitable. En el Villarreal, el auténtico ascensorista es Fernando Roig, el presidente, guionista de una hoja de ruta impecable. En el Athletic, la tradición de alinear vascos. En el Espanyol hay dos ascensoristas: Pocchettino y la necesidad económica de vender jugadores para tapar agujeros, lo que exige la llegada inmediata de sustitutos, todos ellos procedentes de la cantera. En el Barça actual, el ascensorista mayor es Pep Guardiola, como en otra época lo fueron Johan Cruyff o Louis Van Gaal (que ascendió a los cuatro capitanes de hoy, Puyol, Xavi, Valdés e Iniesta). Esa buena estructura de peldaños ha permitido generar ascensos sin provocar graves daños ni dificultades. Guardiola llamaba a los chicos de Luis Enrique, éste convocaba a los juveniles de Óscar García, que a su vez contaba con los chavales de Sergi Barjuán, quien dirige hoy al equipo juvenil en el Mundialito de clubes alineando a seis cadetes del conjunto de García Pimienta. Pero siendo esencial el papel del ascensorista mayor (Guardiola) y sus coayudantes, en el caso del Barça habría que sumar otro ascensorista importante: la afición.
Hoy, la afición está con la cantera, del mismo modo que en otras épocas estuvo de espaldas a ella. El aficionado apoya a los canteranos de La Masia en su camino hacia el Camp Nou y desea que lleguen nuevas hornadas para acompañar a los grandes campeones. La combinación es fantástica y casi idílica: entrenador y afición, comulgando con las mismas ideas y objetivos. Salvo por un detalle que no se debe obviar: no se puede correr más que el tiempo y cualquier canterano (Messi al margen) debe cocinarse a fuego lento para que, cuando salte al Camp Nou, esté en su punto. Ni antes ni después. Hemos visto ya demasiados fiascos precoces como para seguir exigiendo nuevas precipitaciones.