Por excepcional que sea, todo modelo tiene sus defectos y el del Barça no es la excepción. La Masía conquista el Balón de Oro y el Pep Team acapara tantos elogios como triunfos, pero este éxito no impide que existan grietas. Por lo general, cuando los equipos que acumulan muchos títulos sufren un bache o empiezan su declive se acostumbra a decir que han perdido el hambre de victorias o que están aquejados de indolencia o invadidos por la autocomplacencia. Probablemente no sea así, pues los protagonistas siempre dicen que ningún deportista se cansa de ganar. En realidad, se cansa de sufrir. El sufrimiento, o el sacrificio, son instrumentos imprescindibles para vencer. Y para ganar mucho hay que haber sufrido bastante. Lo que sucede, por tanto, es que el deportista desiste de seguir sacrificándose y, a continuación, comprueba que ya no tiene los instrumentos imprescindibles para seguir venciendo.
De este Barça, sin embargo, no diríamos nada similar, pues si alguna virtud permanece inalterada es la capacidad individual y colectiva de continuar sufriendo. Una parte de sus problemas llegan por otra vía: por la gestión del éxito. Es tan espectacular el rendimiento de sus principales jugadores y tan exuberantes los frutos que surgen de la cantera que se está formando un importante atasco a pesar de que la plantilla era premeditadamente corta. ¡Imaginen si hubiese sido larga! A falta de que alguien como Milito deje una plaza vacante, semejante tapón obliga a tomar medidas, como esa cesión ejecutada ayer de Martí Riverola al Vitesse holandés que entrena Chapi Ferrer. Riverola lleva desde los seis años en el Barça y es un buen interior que sumaba pocos minutos en el curso actual. Se va porque el panorama que tenía enfrente le auguraba mucho banquillo y dificultades para acceder al primer equipo antes de dos o tres años. Otros compañeros del Barça B están en situación similar y algún otro seguirá el mismo camino de la cesión, bien ahora, bien en junio.
El modelo tiene esa grieta: el atasco por arriba frena el ascenso de algunas promesas, que deberán optar por quedarse más tiempo en el B, y curtirse definitivamente; ir cedido a un equipo de características similares de juego; o aceptar la oferta de otros clubs que merodean permanentemente por el Mini Estadi. En el primer caso hay gente como Bartra, Montoya o Sergi Roberto; en el segundo, Riverola; y en el tercero parece que se alineará Nolito. Otra grieta se produce por la dinámica de entrenamientos: quien se entrena con el A, difícilmente juega esa semana con el B. Hay argumentos poderosos y razonables para comprender la medida, pero llevada al extremo genera incomodidad y el resultado indeseado de grandes promesas que juegan pocos partidos.
- Publicado en Sport (8-I-2011)