Thiago Alcántara ha jugado siempre en categorías superiores a su edad. Siendo cadete probó en juveniles y, como parece lógico en la perla más talentosa de la cantera en muchos años, cuando lo que le tocaba era foguearse ya se instaló de forma natural en el Juvenil A como pieza desequilibrante e incluso dispuso de 121 minutos (cinco suplencias) en el Barça B con apenas 16 años. En la temporada 2007-08, el hijo de Mazinho demuestra estar a la altura de las previsiones: juega en categorías dos años superiores a su edad simplemente porque es un futbolista superior, de esos que parecen tocados por una varita mágica, capaces de las genialidades reservadas a los cracks.
Esta precocidad evolutiva se debe también a cierta planificación. Se aceleran sus condiciones de crecimiento en el ecosistema canterano al confirmarse lo intuido con la selección sub’17: Thiago vive demasiado desconectado del juego. O le llega el balón y el juego transcurre en un entorno ofensivo o el hispano-brasileño se aísla a menudo, abusa del ralentí y se dosifica en exceso. Los técnicos creen necesario pasar pronto a la Fase 2 para que tome conciencia de estos vicios penalizadores.
SU MAGIA ES SU ENEMIGO
La segunda temporada de Thiago en el Barça B supone un verdadero proceso de endurecimiento camino del profesionalismo. Pero su magia es también su máximo enemigo. Empieza la Fase 2 antes que ningún otro futbolista porque tiene más calidad que cualquier otra perla. Se le empuja a hacerlo para que conozca los defectos de que adolece su juego. Disputa 25 partidos con el B, en total 1.562 minutos (1.311 como titular en 17 partidos más ocho suplencias).
Una lesión le impide ser uno de los tres centrocampistas más utilizados en un año en que la prioridad es mantenerse y, quizás, aspirar al ascenso. Pese a todo, es el cuarto medio más utilizado cuantitativamente por Luis Enrique y acumula un minutaje muy valioso, pues participa en los encuentros más importantes. Aunque completa la Fase 2 le falta un plus para ser considerado jugador-clave: tiene tendencia a desaparecer y no implicarse en algunas fases del juego.
La temporada 2009-10 debía ser el gran curso de Thiago en el Barca B. Si en lo cuantitativo ya ha completado la Fase 2, todavía le falta hacerlo en modo cualitativo, consiguiendo regularidad y corrigiendo lagunas. Y parece conseguirlo: apunta una mejora significativa en aspectos hasta entonces discretos como el trabajo y el compromiso durante noventa minutos. En líneas generales es un futbolista más comprometido y ‘arremangado’, un Thiago distinto y más maduro. Empieza a comprender que un ‘cerebro’ también ha de trabajar y meter la pierna.
Dos factores cortan esa evolución: una lesión de tres meses al inicio de curso y la estancia en el primer equipo en enero a causa de las bajas de Touré y Keita con lo que a final de temporada no llega a los mil minutos (838 en 13 partidos, ocho como titular) lo que le sitúa solo como séptimo centrocampista más utilizado. Es el mejor cualitativamente, pero no logra los objetivos deseados.
¿ES DECO O ES GUTI?
Si resumiéramos los peligros que le sobrevuelan afirmaríamos: “El éxito no se consigue sólo con talento”. Thiago es el Iniesta o el Messi de la quinta del 91-92. Si a Xavi le regalasen las condiciones físicas y técnicas de Thiago ya tendría una montaña de galardones internacionales a nivel individual. Hay días en que Thiago tiene algo del Guti descentrado. Otros días, sin embargo, es el gran Deco. Cuando se señalan sus defectos, el primero siempre es su propio talento futbolístico. El 90% de los futbolistas de primer nivel mundial querrían tener las cualidades que posee este chico, cuya mejora acostumbra ir de la mano del método exigente y riguroso de Luis Enrique.
Echamos en falta mayor regularidad en actitud sobre el césped. Una mejor gestión de su calidad. Saber cuándo ha de jugar y dar fácil el balón sin adornarse. Básicamente, ser consciente que por su posición en el campo precisa más sacrificio y trabajo defensivo continuados, una implicación mayor y ofrecerse desde el primero y hasta el último minuto de juego como cerebro y brújula del colectivo. Todo apunta a que ha encontrado el camino correcto y el cuadro técnico trabaja mucho en él en esta dirección, tutelando su evolución con un mimo casi paternal y una planificación milimétrica. La bronca de Guardiola por celebrar un gol con el banquillo formaba parte de esa tutela milimétrica. Thiago tiene una marcha más que el resto, pero tiene que utilizarla siempre y no sólo cuando le conviene o le gusta. ¿Guti o Deco? En su voluntad está decidir qué quiere ser cuando sea mayor.
CINTURON NEGRO EN UN AÑO
Por todo lo anterior será positivo un tercer año con ficha del B. Por tres razones: primero, para continuar su proceso formativo sobre todo en lo cuantitativo, máxime ahora que podrá competir de forma exigente en Segunda, integrado en una división donde cada victoria se pelea hasta el último aliento y se combinan calidad elevada y competitividad feroz. En ese entorno debe convertirse en ‘cinturón negro’. Segundo, por una cuestión mental. La anarquía del jugador es el reflejo de su mente. Thiago ha de comprender que, por más calidad que posea, hay peajes que pagar y que el éxito llega a través de valores como la constancia, humildad, sacrificio y solidaridad y no a partir de una sobreconfianza en sí mismo que en ocasiones llena la cabeza de pajaritos. De la Peña o Mario Rosas están ahí para ser recordados no sólo por su calidad, sino también por no haber llegado a la cumbre disponiendo de un talento prodigioso.
En tercer lugar, por una cuestión de jerarquía: Thiago ha de completar una temporada entera llevando los galones. Dar un paso al frente y que su calidad sea realmente productiva: capitanear el centro del campo del B y marcar estilo. Ser jugador-clave. Disputar 2.500 minutos con los de Luis Enrique y transformarse en un ‘8’ muy creativo, pero con alta capacidad de trabajo y sacrificio. Complementario con todo ello, Thiago recibirá algunos premios en forma de participación en el Pep Team: Copa del Rey, varias jornadas ligueras, algo de Champions... No cumplirá 20 años hasta abril con lo que por vez primera no debe tener prisa: seguirá llegando muy pronto a la élite, pero debe hacerlo habiendo pulido sus defectos y llenado sus carencias.
Esta precocidad evolutiva se debe también a cierta planificación. Se aceleran sus condiciones de crecimiento en el ecosistema canterano al confirmarse lo intuido con la selección sub’17: Thiago vive demasiado desconectado del juego. O le llega el balón y el juego transcurre en un entorno ofensivo o el hispano-brasileño se aísla a menudo, abusa del ralentí y se dosifica en exceso. Los técnicos creen necesario pasar pronto a la Fase 2 para que tome conciencia de estos vicios penalizadores.
SU MAGIA ES SU ENEMIGO
La segunda temporada de Thiago en el Barça B supone un verdadero proceso de endurecimiento camino del profesionalismo. Pero su magia es también su máximo enemigo. Empieza la Fase 2 antes que ningún otro futbolista porque tiene más calidad que cualquier otra perla. Se le empuja a hacerlo para que conozca los defectos de que adolece su juego. Disputa 25 partidos con el B, en total 1.562 minutos (1.311 como titular en 17 partidos más ocho suplencias).
Una lesión le impide ser uno de los tres centrocampistas más utilizados en un año en que la prioridad es mantenerse y, quizás, aspirar al ascenso. Pese a todo, es el cuarto medio más utilizado cuantitativamente por Luis Enrique y acumula un minutaje muy valioso, pues participa en los encuentros más importantes. Aunque completa la Fase 2 le falta un plus para ser considerado jugador-clave: tiene tendencia a desaparecer y no implicarse en algunas fases del juego.
La temporada 2009-10 debía ser el gran curso de Thiago en el Barca B. Si en lo cuantitativo ya ha completado la Fase 2, todavía le falta hacerlo en modo cualitativo, consiguiendo regularidad y corrigiendo lagunas. Y parece conseguirlo: apunta una mejora significativa en aspectos hasta entonces discretos como el trabajo y el compromiso durante noventa minutos. En líneas generales es un futbolista más comprometido y ‘arremangado’, un Thiago distinto y más maduro. Empieza a comprender que un ‘cerebro’ también ha de trabajar y meter la pierna.
Dos factores cortan esa evolución: una lesión de tres meses al inicio de curso y la estancia en el primer equipo en enero a causa de las bajas de Touré y Keita con lo que a final de temporada no llega a los mil minutos (838 en 13 partidos, ocho como titular) lo que le sitúa solo como séptimo centrocampista más utilizado. Es el mejor cualitativamente, pero no logra los objetivos deseados.
¿ES DECO O ES GUTI?
Si resumiéramos los peligros que le sobrevuelan afirmaríamos: “El éxito no se consigue sólo con talento”. Thiago es el Iniesta o el Messi de la quinta del 91-92. Si a Xavi le regalasen las condiciones físicas y técnicas de Thiago ya tendría una montaña de galardones internacionales a nivel individual. Hay días en que Thiago tiene algo del Guti descentrado. Otros días, sin embargo, es el gran Deco. Cuando se señalan sus defectos, el primero siempre es su propio talento futbolístico. El 90% de los futbolistas de primer nivel mundial querrían tener las cualidades que posee este chico, cuya mejora acostumbra ir de la mano del método exigente y riguroso de Luis Enrique.
Echamos en falta mayor regularidad en actitud sobre el césped. Una mejor gestión de su calidad. Saber cuándo ha de jugar y dar fácil el balón sin adornarse. Básicamente, ser consciente que por su posición en el campo precisa más sacrificio y trabajo defensivo continuados, una implicación mayor y ofrecerse desde el primero y hasta el último minuto de juego como cerebro y brújula del colectivo. Todo apunta a que ha encontrado el camino correcto y el cuadro técnico trabaja mucho en él en esta dirección, tutelando su evolución con un mimo casi paternal y una planificación milimétrica. La bronca de Guardiola por celebrar un gol con el banquillo formaba parte de esa tutela milimétrica. Thiago tiene una marcha más que el resto, pero tiene que utilizarla siempre y no sólo cuando le conviene o le gusta. ¿Guti o Deco? En su voluntad está decidir qué quiere ser cuando sea mayor.
CINTURON NEGRO EN UN AÑO
Por todo lo anterior será positivo un tercer año con ficha del B. Por tres razones: primero, para continuar su proceso formativo sobre todo en lo cuantitativo, máxime ahora que podrá competir de forma exigente en Segunda, integrado en una división donde cada victoria se pelea hasta el último aliento y se combinan calidad elevada y competitividad feroz. En ese entorno debe convertirse en ‘cinturón negro’. Segundo, por una cuestión mental. La anarquía del jugador es el reflejo de su mente. Thiago ha de comprender que, por más calidad que posea, hay peajes que pagar y que el éxito llega a través de valores como la constancia, humildad, sacrificio y solidaridad y no a partir de una sobreconfianza en sí mismo que en ocasiones llena la cabeza de pajaritos. De la Peña o Mario Rosas están ahí para ser recordados no sólo por su calidad, sino también por no haber llegado a la cumbre disponiendo de un talento prodigioso.
En tercer lugar, por una cuestión de jerarquía: Thiago ha de completar una temporada entera llevando los galones. Dar un paso al frente y que su calidad sea realmente productiva: capitanear el centro del campo del B y marcar estilo. Ser jugador-clave. Disputar 2.500 minutos con los de Luis Enrique y transformarse en un ‘8’ muy creativo, pero con alta capacidad de trabajo y sacrificio. Complementario con todo ello, Thiago recibirá algunos premios en forma de participación en el Pep Team: Copa del Rey, varias jornadas ligueras, algo de Champions... No cumplirá 20 años hasta abril con lo que por vez primera no debe tener prisa: seguirá llegando muy pronto a la élite, pero debe hacerlo habiendo pulido sus defectos y llenado sus carencias.