Apenas conseguido el triunfo en Anoeta, José Mourinho apeló a la fatiga de sus jugadores a causa de un “ciclo corto”. ¿Qué es un ciclo? Denominamos de este modo al período entre dos partidos consecutivos: le llamamos corto cuando median tres días entre ambos y largo cuando son cuatro o más los días que hay entre partido y partido. Diréis que no hay mucha diferencia entre corto y largo: apenas un día. Pero esa jornada acostumbra a ser decisiva para la recuperación del esfuerzo anterior, especialmente si por medio hay un viaje largo que genera pocas horas de sueño tras el encuentro e incluso impide el entrenamiento de recuperación posterior. Parece una filfa, pero es algo fundamental en la planificación de las cargas de un equipo. Mourinho tenía, en este caso sí, toda la razón: el Madrid había jugado Champions en el Bernabéu (contra Ajax) el miércoles 15 y tres días después ya estaba disputando otro encuentro, en San Sebastián frente a la Real Sociedad. Sólo 72 horas para recuperar, un ciclo corto.
Semanas más tarde, tras golear al Depor, el mismo Mourinho repetía argumento a la inversa: el Madrid había tenido cinco días desde su partido europeo en Auxerre y las piernas y el espíritu de sus hombres estaban frescos. Viaje rápido, descanso completo, recuperación plena, pequeña carga de trabajo, preparación táctica del siguiente partido, un ciclo largo. De nuevo tenía razón. Apuntó también a la fatiga del Barça, que había jugado el miércoles en Kazan y llegado a casa a las cuatro de la madrugada del jueves, sin posibilidad de efectuar el entrenamiento de recuperación lo que le habría afectado cara al partido del domingo contra el Mallorca. Ambas cosas son ciertas, si bien no cabe buscar en los ciclos cortos todas las causas de tropiezos o flojas prestaciones. Es un factor que perjudica o ayuda, pero no lo justifica todo.
La gestión de los ciclos es actualmente una ciencia en la que se esmeran los entrenadores por ser factor clave en los resultados, dado que deben conseguir que sus plantillas mantengan el rendimiento con la secuencia permanente de dos partidos semanales. Esa secuencia ha sido tradicionalmente letal para conjuntos menores o poco acostumbrados. El Madrid de Pellegrini cayó el curso pasado en Champions (además de por la ausencia de Xabi Alonso) cuando chocó de sopetón con la dinámica de dos partidos semanales tras estar más de tres meses jugando sólo uno. Este mismo argumento empleó Pep Guardiola al ser eliminado de Copa por el Sevilla: el Barça rompía de este modo su dinámica constante de dos encuentros cada siete días y eso le preocupaba. Por suerte para él, ese “vacío” sólo duró cuatro semanas y al regresar la Champions sus hombres volvieron a coger el ritmo partido-recuperación-partido.
Esta dinámica, contra lo que se cree, es la que pone en forma al jugador siempre que se alternen ciclos cortos con largos. Los preparadores del Barça explican que de vez en cuando la rompen voluntariamente para cargar las piernas de algún jugador y evitar que se ponga demasiado pronto en demasiada buena forma. Así que en el fragor de la batalla, si ven rotaciones raras no se sorprendan. Se trata de gestionar el arte de los ciclos.
BORUSSIA Y STUTTGART, DOS CASOS EXCEPCIONALES
Esta temporada se han producido dos casos muy excepcionales que quiero resaltar. El primero lo protagonizó hace pocas semanas el Stuttgart de Christian Gross, que disputó en casa su partido de Europa League contra Young Boys (3-0) el jueves 16 de septiembre a las 21 horas (final del partido, 23 h.) y jugó su encuentro de Bundesliga frente al Borussia Moenchengladbach el sábado 18 a las 15,30 h., es decir sólo 40 horas después de concluido el primer partido. ¡Una barbaridad! La barbaridad no impidió que el Stuttgart destrozara a su rival por 7-0. Como atenuante cabe decir que ambos encuentros se celebraron en el VfB de Stuttgart por lo que no hubo viajes y el equipo pudo descansar el viernes. Pero 40 horas, se mire por donde se mire, es algo excepcional.
Mucho más duro me parece lo ocurrido con el Borussia Dortmund, uno de los actuales gallitos de la Bundesliga. Su secuencia fue la siguiente: el jueves 16 de septiembre disputa un partido durísimo en Ucrania contra el Karpaty de Lviv (3-4) que empieza a las 22 horas locales y concluye en la medianoche del viernes. El equipo de Jürgen Klopp duerme en Lviv y viaja el viernes hasta Dortmund... ¡a las 18,55 h.! donde aterriza a las ocho de la tarde. Sesión de recuperación el sábado y viaje el domingo a Gelsenkirchen (media hora en coche) para enfrentarse al Schalke, cuyo partido de Champions en Lyon fue el martes y llega descansado a la cita. ¿Quién gana? El Borussia, por supuesto (1-3) que apaliza al equipo de Felix Magath con un añadido importante: los once titulares de Dortmund son los mismos once que formaron el jueves en Lviv. Sin rotaciones ni cambios.
Pero esto sigue y tres días más tarde, miércoles 22, a las ocho de la tarde el Borussia recibe en casa al Kaiserlautern y con sólo dos cambios (Piszczek por Owomoyela y Kuba por Götze) suma otra victoria aplastante (5-0) pese a que el ciclo ha vuelto a ser corto (74 horas). ¿Quieren más? 65 horas más tarde, nuevo partido, esta vez ante el St. Pauli, nuevo triunfo (deshaciendo los dos cambios anteriores), séptimo partido consecutivo venciendo. Resumen: cuatro partidos en 8 días y medio (nueve noches), todo un récord. ¿Rompe esta hazaña del Borussia la teoría de los ciclos cortos? En mi opinión, no. Simplemente es algo excepcional, difícilmente repetible y que quizás pase factura más adelante.