El alfil. El fianchetto. Andrés Iniesta. El alfil del Barça. Salga de titular o se quede en el banquillo a verlas venir, por si acaso. El alfil que no pudo estar hace un año frente al Inter. El puñal con el que Pep Guardiola asegura que habría podido abrir la lata de aquel Inter de hierro y roca. “Sin Andrés, sin Andrés...”, murmuraba aquellos días y repite ahora, cuando recuerda la sombría y volcánica semifinal. Sin Andrés faltaba el puñal, la profundidad, el uno contra uno. El alfil. El fianchetto. Hoy sí estará.
Apertura Catalana, sin duda. Al cuarto round, el Barça sale con blancas. Esta apertura ajedrecística se caracteriza por dominar el centro y abrir a banda, algo muy similar al juego blaugrana, que consiste en ser ancho para ser profundo. Abrir el campo para rematar por dentro. Emplear los alfiles para amartillar. Esta apertura tiene un detalle negativo: no genera la menor sorpresa y el rival sabe de inmediato a lo que juegas, exactamente igual que ocurre con las propuestas del Barça. Mueves tres peones y la señal está dada: va de alfiles. Fianchetto indiscutible. De diagonal en diagonal hasta la meta. Es la opción. La única opción. No es que el Barça no tenga plan B; lo que ocurre es que ni se plantea tenerlo. Sólo quiere tener un plan y un modo de jugar. Unívoco. El que le ha hecho legendario, incluidos los defectos consustanciales que arrastra en su mochila. Combinar en el centro, buscar las bandas, devolver al centro para dar jaque. Apertura Catalana. Juego de alfiles.
Mourinho, sin dos de sus gladiadores, tiene que cambiar el paso que le había llevado al inevitable Zugzwang, donde cada movimiento solo parecía empeorar la situación. Así que, por descarte, sólo le queda la caballería ligera: Özil, Di María, Cristiano y Adebayor por delante de Xabi Alonso y Lass, con Carvalho nuevamente jerarca de las líneas traseras. Defensa Nimzo-india y galope tendido en busca de la remontada hercúlea. Aquella célebre y trágica carga de los jinetes ligeros británicos en el Valle de la Muerte de Balaklava, dragones y húsares a lomos de caballos alados, lanzados en una misión suicida de la que pocos volvieron. “Sin que los soldados lo supiesen, alguien se había equivocado”, dejó escrito Alfred Tennyson en forma de poema trágico.
Dos mundos en un rectángulo. Se acabaron las excusas para no pensar. Sobre el tablero verde están todos los errores, listos para ser cometidos, como sentenció Tartakower, paradójico inventor de la Apertura Catalana. Después de tantos días de parloteo extrafutbolístico, por fin llega el fianchetto y su juego de alfiles frente a la gallardía de los jinetes ligeros. Sería hermoso que tanto barro terminase en una fiesta del fútbol. Y con Abidal presente.