Golpeaba la gota contra el granito y el granito se mantenía impertérrito. Así ocurrió durante lo que pareció una eternidad, en la final de todos los siglos, un monumento majestuoso al fútbol de competición. La roca granítica venció a la gota malaya en un extenuante ejercicio agónico. Una espectacular organización defensiva, basada en trincheras y casamatas escalonadamente distribuidas por Mestalla, permitió que el Madrid conquistara un título que anhelaba poderosamente.
Sus virtudes cardinales se sublimaron en la pelea por la Copa: coraje, fe indesmayable y tenacidad. La receta habitual en la mochila blanca, pero que esta vez contó con un plus que le dio el éxito: una espléndida estructura defensiva, una muralla, varias murallas, la gigantesca roca donde iban a estrellarse las lanzas y los violines azulgranas. Mérito indudable de Mourinho, absorbente eje del madridismo actual, para lo malo y también para lo bueno, como anoche, excelente en su propuesta de amortiguar a los aviadores barcelonistas. Espartanos más que defensas, guerreros más que jugadores, los gladiadores de Mou mantuvieron sus posiciones sin pestañear, dando la sensación de que no habían acudido a un partido, sino a una batalla, pero cumpliendo siempre las órdenes recibidas, sin desviarse del encargo. Mérito de Mourinho el haber convencido a peloteros como Özil, Di María o Alonso para vestirse de carboneros y ejercer de guerreros sitiados, sin olvidar el desdoblamiento creativo en los numerosos contragolpes que lanzaron. Es sabido que este Madrid se encierra y espera, muerde y espera. Siempre espera el contraataque fulgurante. Lanzó varios en el Bernabéu, sin acierto, y algunos menos anoche en Valencia, para acabar ganando el título en una jugada trenzada al primer toque.
Al Barça lo podemos resumir con dos conceptos: fue una gota malaya, persistente, constante e invariable; y cayó con sus ideas por bandera. ¡Ah, las ideas!, dirán algunos, en especial los taciturnos o los vencedores. ¿Y qué importan las ideas en el fútbol? Importan y mucho. Lo que ha permitido construir este Barça y hacerlo grande y poderoso son sus ideas. Su fuerza son las ideas. Ellas son las lanzas que agita y las balas que dispara. Esta orquesta interpreta sinfonías deliciosas porque se mueve con ideas: avanzar, atacar, vencer a través de la arquitectura del pase. Esta filosofía le ha llevado a la cima del mundo futbolístico y ahí se mantiene: hermoso, valiente, atrevido y fiel. Derrota dura la sufrida por la gota frente al granito. Después de manejar los tiempos y desordenar las trincheras blancas, cayó en la agonía. Pero las ideas siguen ahí, brillantes y potentes. Toca lamerse la herida y volver a percutir.